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cazadores?
El más viejo miró, no hacia el horizonte, sino hacia el cielo.
Está muy lejos, pero no en este mundo..., está en los cielos. Lejos de los cazadores.
Kaia miró hacia el cielo, nervioso..., azul, vacío, frío. Sacudió su vieja cabeza cansada.
No.
Pero ¿por qué? Olga está esperando a sus hombres de cinco dedos.
Kaia se sentó pesadamente.
Yo nací aquí. Aquí moriré. Estos han sido mis montes y los montes de mi padre. Y
seguramente de su padre antes de él. Los cazadores no me sacarán de aquí. Me quedo.
Mis huesos necesitan de la misma tierra en que me crié. Es mi casa.
El fervor del más viejo empujó su mano hacia el hombro de Kaia. Tiró del anciano con
fuerza.
Levántate. Vente con nosotros. Olga aguarda.
La fatiga se asomaba a los ojos de Kaia mientras hablaba.
Lo siento, llévate a tu gente a esta migración. ¿Un año hasta llegar al río? Yo soy
viejo. Ni siquiera viviré ese tiempo. Olga ha venido demasiado tarde para mí. Quizá mi
espíritu esté en la tierra de Olga antes que vosotros.
Moses llevó a Palillo a lo largo de la costa hasta llegar a un muelle. Un suburbano salió
a la superficie sobre las plataformas heladas. Un barco robot estaba cargando
contenedores de piel de salchicha del tamaño de un hombre. Se montaron.
El barco tenía el bulto de neurocircuitos en lo alto de un pequeño mástil. El espacio
abierto de carga contenía una veintena de contenedores de ocho por tres por tres pies.
Cada contenedor estaba atado a una pequeña consola mediante un segmento de cañería.
Parece una carga de viñas de melones vivas dijo Moses en voz baja.
Se apoyó contra uno de los contenedores e intentó mirar a través de su piel opaca. La
presión de sus codos hizo ceder la piel hasta que chocó con algo firme. Retrocedió
bruscamente, dejando casi caer a Palillo.
¿Qué hay ahí?
Lo vas a descubrir enseguida. Aquí viene un ser humano. Intenta abrir un contenedor.
Creo que hay una cerradura en el extremo opuesto a la cañería.
Moses se agachó y miró hacia proa. Un humano envuelto en un grueso traje
impermeable iba de contenedor en contenedor comprobando una lista. Moses hurgó en la
cerradura y abrió la tapa.
Un cuerpo...
No. Un paciente. ¡Deprisa! Métete dentro.
Un mar furioso azotaba la cubierta de carga con una lluvia helada. Los contenedores
mojados chirriaban unos contra otros. Moses se introdujo en el contenedor y cerró la tapa.
Silencio. Se acomodó como pudo.
Más tarde levantó la tapa una pulgada para que saliera el aire pútrido. La espuma
seguía salpicando en cubierta. La figura impermeabilizada había desaparecido.
¿Dónde?
Está bajo cubierta dijo Palillo ... en la cabina del asistente, gozando una agradable
bebida caliente y haciendo de hembra el pequeño ciber estaba escuchando los circuitos
del barco . Estaremos en ruta durante un día y medio. Podías aprovechar para dormir un
poco. Sácame por debajo de la tapa. Mantendré un óptico en lo que pasa y dejaré que te
entre un poco de aire.
Moses intentó relajarse.
¿Estás seguro de que este tipo vive? Está tan frío.
Está vivo..., en suspensión. Pero no lo estará mucho tiempo si te apoyas en su
cañería. Ese serpentín transporta sus líquidos de perfusión. A esta temperatura no
metaboliza mucho...; pero algo sí. Esos tubos intercambian iones y gases con el agua del
mar. No debes apoyarte en ellos más de dos horas seguidas.
Moses giró sobre sus espaldas y levantó cuidadosamente unos de los serpentines de
cañería transparente de dos pulgadas hacia el pecho del paciente. Un extremo estaba
fijado a la cabeza del contenedor. El otro penetraba por la pierna del paciente justo por
encima de la rodilla. Del otro lado le entraba un tubo parecido.
Moses durmió mientras Palillo escudriñaba.
El segundo día de viaje empezaron a pasar por numerosas masas de hielo a la deriva y
bancos de niebla. Moses cerró la tapa cuando se acercaron a una plataforma flotante. Las
máquinas descargaron.
Moses observó cómo se aproximaba la silueta..., como la de una mantis religiosa
gigante. Sus dos grandes brazos acunaron el contenedor de Moses sin reparar en el
aumento de peso. Otros dos brazos más pequeños desenroscaron los tubos de la consola
del barco y los volvieron a unir a otra unidad más pequeña en la espalda del abdomen del
robot. El descargador giró la cabeza y se volvió cuidadosamente sobre la plataforma
húmeda avanzando hacia el muelle.
Moses veía las sombras indefinidas a través de la piel translúcida del contenedor. El
robot rodó sobre unas ruedas blandas por una rampa y entró por un pasadizo como de
una cueva. La estabilidad y la calma le decían que debía estar en el hueco de algún
acantilado mirando al mar. Seguramente una isla oculta del muelle por la niebla.
Una hora más tarde Moses se balanceaba silenciosamente en aguas oscuras
tranquilas junto con miles de otros contenedores. Levantó la tapa para que entrara aire y
le encharcó un agua salina helada. Abandonando el contenedor se debatió en medio del
agua que le llegaba a la cintura intentando alcanzar la pared, que sabía por los ecos que
estaba cerca. Los tubos de perfusión le atrapaban los pies, los contenedores flotando a la
deriva le bloqueaban el paso y el frío le atravesaba su traje de tejido.
Palillo lanzó un rayo de luz que les condujo hacia la escalera. Calado y temblando, se
paró a la entrada mirando a acres enteros de contenedores.
Estos son casos recientes dijo Palillo iluminándolos . Seguramente son todos de
cuatro dedos. Vamos a mirar en la cueva. Los casos más antiguos deben estar por ahí...,
a tu derecha.
Moses avanzo... rechinando los dientes. En un cubículo de asistente vacío conectó el
calor y se cambió de ropa. El expedidor despachó un litro de caldo caliente bajo las
órdenes de Palillo. Sintiéndose más fuerte, siguió camino.
Esta parece una buena zona para empezar a buscar dijo Palillo. Moses había estado
buscando durante horas, examinando los cubículos, los números y los contenedores. Por
fin se detuvieron ante lo que debía ser el cubículo más antiguo de la cueva. La manilla de
la puerta estaba gastada y brillante de las innumerables manos que buscaban el calor de
su interior . Los mandos deben estar cerca. Mira en esa pared.
Moses se adelantó hacia la vieja pared de piedra. Bajo una capa de arena encontró los
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