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Se encontró con Bothari en el gimnasio de la base. El conde Piotr todavía no había
regresado, por lo que después de presentar su informe a Aral el sargento tampoco tenía
nada que hacer.
 Debo mantenerme entrenado  le explicó brevemente.
 ¿Ha dormido?
 No mucho  respondió él, reanudando su carrera de forma compulsiva. A Cordelia le
pareció que se esforzaba demasiado, considerando el tiempo que había pasado sin
entrenarse. Sudaba copiosamente, y ella le deseó suerte en silencio.
Cordelia se puso al corriente sobre los detalles de la guerra interrogando a Aral y a
Kou, y viendo los vídeos de noticias. Qué condes eran aliados, quién era un rehén
conocido, qué unidades se desplegaban en ambos bandos y cuáles resultaban
destruidas, dónde se había llevado a cabo una batalla, cuáles habían sido los daños y qué
comandantes volvían a ser leales... datos sin ningún poder. No mucho más que su
intelectualizada versión de la interminable carrera de Bothari, y aún más inútil para
distraer su mente de todos los horrores y desastres, pasados o inminentes, ante los
cuales ella no podía hacer absolutamente nada.
Cordelia hubiera preferido que las cosas fueran más activas, como habían sido uno o
dos siglos atrás. Imaginó a un tranquilo sabio del futuro mirándola por un telescopio del
tiempo, y mentalmente le hizo un gesto grosero. De todos modos, las historias militares
que había leído omitían la parte más importante; nunca decían lo que les ocurría a los
hijos de la gente.
No... allí fuera eran todos bebés. Eran hijos de sus madres pero vestidos con un
uniforme negro. Una de las reminiscencias de Aral volvió a su memoria, con su voz
profunda y aterciopelada. En aquella época los soldados comenzaron aparecerme unos
niños...
Cordelia se apartó de la consola de vídeo y se dirigió al baño en busca de su
medicación para el dolor.
Al tercer día se encontró con el teniente Koudelka en un pasillo. Él prácticamente corría
con pasos tambaleantes, y su rostro estaba ruborizado de entusiasmo.
 ¿Qué ocurre, Kou?
 Illyan está aquí. ¡Y ha traído consigo a Kanzian!
Cordelia lo siguió a toda prisa hasta una sala, seguida por Droushnakovi. Flanqueado
por dos oficiales administrativos, Aral se hallaba sentado con las manos unidas sobre la
mesa, escuchando atentamente. El comandante Illyan estaba sentado en el extremo de la
mesa, meciendo una pierna al ritmo de su voz. Tenía un vendaje amarillento en el brazo
izquierdo. Estaba pálido y sucio, pero sus ojos brillaban triunfantes, tal vez algo febriles.
Vestía unas ropas civiles que parecían haber sido robadas de una lavandería, y luego
usadas para bajar rodando una colina.
Junto a Illyan se hallaba sentado un hombre mayor. Un oficial le entregó una copa, y
Cordelia reconoció su contenido como sales de potasio con sabor a fruta para tratar el
agotamiento metabólico. El hombre probó la bebida y esbozó una mueca. Por lo visto
hubiese preferido algo más anticuado para reanimarse, como por ejemplo un coñac. Bajo
y rechoncho, canoso donde no estaba calvo, el aspecto del almirante Kanzian no
resultaba muy marcial. Más bien parecía un abuelo, pero un abuelo profesor e
investigador. Su rostro traslucía una profundidad intelectual que parecía otorgar verdadero
sentido a la frase «ciencia militar». Cordelia lo había conocido de uniforme, pero su aire
de serena autoridad no parecía afectado por las ropas civiles que debían de proceder de
la misma cesta que las de Illyan.
 ... y entonces pasamos la noche siguiente en la bodega  decía Illyan . La patrulla
de Vordarian regresó por la mañana, pero... ¡señora!
Su sonrisa de bienvenida se mitigó por un destello culpable, al posar los ojos sobre su
vientre plano. Cordelia hubiese preferido que continuara narrando sus aventuras con
entusiasmo, pero su presencia pareció amilanarlo, como si ella hubiera sido un fantasma
de su mayor fracaso que apareciera justo en el banquete de la victoria.
 Es una maravilla verlos a los dos, Simón, almirante.  Intercambiaron un movimiento
de cabeza; Kanzian se dispuso a levantarse, pero todos al mismo tiempo le hicieron
gestos para que se sentase, y él obedeció con una expresión risueña. Aral la llamó para
que se acomodase a su lado.
Illyan continuó en un estilo más resumido. Sus últimas dos semanas de jugar al
escondite con las tropas de Vordarian no habían sido muy distintas de las de Cordelia,
aunque en el ambiente mucho más complejo de la capital capturada. De todos modos,
bajo las palabras simples ella reconoció los terrores que ya conocía. Illyan narró su
historia rápidamente hasta que llegó al momento presente. De vez en cuando Kanzian
asentía con la cabeza, confirmando sus palabras.
 Bien hecho, Simón  dijo Vorkosigan cuando Illyan concluyó. Se volvió hacia
Kanzian . Muy bien hecho.
Illyan sonrió.
 Pensé que le gustaría, señor.
Vorkosigan se volvió hacia Kanzian.
 En cuanto se recupere, quisiera ponerle al corriente en el salón táctico, señor.
 Gracias. Desde que escapé del cuartel general, mi única fuente de información han
sido los noticiarios de Vordarian, aunque podíamos deducir muchas cosas por lo que
veíamos. De paso, me ha parecido muy prudente su estrategia de moderación. Ha
funcionado bien hasta el momento, pero se encuentra cerca del límite.
 Ya me había dado cuenta, señor.
 ¿Qué está haciendo el almirante Knollys en la Estación de Enlace Uno?
 No responder a las llamadas. La semana pasada sus subordinados ofrecían una
colección sorprendente de excusas, pero al fin quedó en evidencia su ingenuidad.
 Ja. Me lo imagino. Debe de tener una colitis de órdago. Apuesto a que no todas esas
«indisposiciones» fueron mentira. Creo que comenzaré manteniendo una agradable
charla con el almirante Knollys, sólo él y yo.
 Se lo agradecería, señor.
 Conversaremos sobre la fatalidad del tiempo. Y sobre los defectos de un potencial
comandante que basa toda su estrategia en un asesinato, aunque luego no logra llevarlo
a cabo.  Kanzian frunció el ceño . No está muy bien pensada si un solo suceso puede
cambiar el resultado de la guerra. Vordarian siempre ha tendido a precipitarse.
Cordelia miró a Illyan.
 Simón, mientras se encontraba atrapado en Vorbarr Sultana, ¿recibió alguna
información sobre lo que ocurre en el Hospital Militar? ¿En el laboratorio de Henri y
Vaagen?
 ¿Sobre mi hijo?
Él sacudió la cabeza con pesar.
 No, señora.  Illyan alzó la vista hacia Vorkosigan . Señor, ¿es cierto que el capitán
Negri ha muerto? Sólo lo hemos oído en rumores y en las emisiones propagandistas de [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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